Otra
vez vuelvo a presentar una receta tradicional, una receta sencilla, de las que
podemos preparar en cualquier día de la semana ya que su elaboración es muy
simple y podemos combinarla con las demás tareas habituales de un día de
trabajo.
Como
podréis comprobar, nuestra tarea con esta receta prácticamente se limita a
colocar los ingredientes en la bandeja del horno y encenderlo, no hay más.
Un
asado que gusta a todos con un sabor muy agradable y unos ingredientes
apetecibles.
Ingredientes (para 4 personas):
4
pulpos pequeños, 4 patatas medianas, 1 cebolla, 2 tomates maduros, 4 dientes de
ajos, 4 hojas de laurel, clavo, ½ vaso de vino tinto, ½ vaso de agua, un ramito
de perejil, aceite de oliva y sal.
Preparación:
El pulpo podemos comprarlo congelado
por lo que normalmente viene ya limpio, pero en cualquier caso, limpiamos bien,
lo lavamos para eliminar cualquier impureza que pueda contener, quitamos el
pico y sazonamos.
Pelamos las patatas y las cortamos en
bastones gruesos de más de un centímetro de grosor.
Pelamos la cebolla y la cortamos en
medallones de 1 centímetro aproximadamente.
Rallamos los dos tomates.
Pelamos y cortamos los ajos en láminas
gruesas.
Picamos el perejil.
Elaboración:
Precalentamos el horno a 200º.
En un bol colocamos las patatas
cortadas, añadimos el tomate rallado, los ajos y el perejil picado. Sazonamos y
echamos un buen chorro de aceite. Mezclamos todo bien.
Colocamos en la bandeja del horno los
pulpos limpios, sobre ellos colocamos las hojas de laurel y los trozos de
cebolla. Encima de todo esto colocamos las patatas que habíamos mezclado con el
tomate y el ajo en el bol.
Echamos unas piezas de clavo, el ½ vaso
de vino y el ½ vaso de agua.
Metemos la bandeja en el horno y asamos
45 minutos.
No obstante este tiempo, vamos
revisando la cocción para comprobar que las patatas y el pulpo estén tiernos.
Cuando consideremos que están en su punto,
sacamos del horno y servimos en los platos.
Listo.
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Podemos perdonar fácilmente a un niño que tiene miedo de la oscuridad; la verdadera tragedia de la vida es cuando los hombres tienen miedo de la luz (Platón)
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